Mostrando entradas con la etiqueta enfermedad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta enfermedad. Mostrar todas las entradas

lunes, 17 de marzo de 2014

DESARROLLAN PÍLDORA DE INSULINA: PODRÍA CAMBIAR LA VIDA DE MILLONES DE DIABÉTICOS


Un grupo de científicos de la India han desarrollado píldoras de insulina que podrían reemplazar las inyecciones para las personas que sufren de diabetes.
La pastilla, buscada desde hace mucho tiempo, podría revolucionar la forma de tratamiento de millones de diabéticos al sustituir las inyecciones por píldoras, informan medios indios.
En los experimentos en ratones llevados a cabo por los investigadores del Instituto Nacional de Educación Farmacéutica e Investigación del país asiático (NIPER, por sus siglas en inglés), las píldoras disminuyeron los niveles de glucosa en sangre tanto como la insulina inyectada.
Además, los efectos de esta nueva forma de medicación contra la diabetes duraron más tiempo que la insulina inyectada, destacaron los científicos.
Los responsables del trabajo indicaron también que la principal dificultad en un principio fue que la insulina en píldoras se desintegraba al llegar al estómago y no era absorbida con facilidad hasta el torrente sanguíneo a través del intestino delgado.
Para resolver estos problemas, los investigadores del NIPER decidieron usar lípidos para proteger la insulina de las enzimas digestivas, mientras que para facilitar su transporte y absorción se agregaron ácido fólico y un tipo de vitamina B.
Fuente: Internet

miércoles, 19 de febrero de 2014

MULTIVITAMÍNICOS, ¿FUNDAMENTALES PARA LA BUENA SALUD?



Presentándolos como una cura milagrosa para todos los males, la industria nos rodea de publicidades y frascos de vitaminas y suplementos alimentarios, pero desde hace años los científicos ponen en duda su buena fama y hasta advierten de sus peligros.

Pero el público no escucha. En 2012, se reportó que más de la mitad de los estadounidenses consumieron vitaminas durante ese año y el mercado se mantiene activo de forma similar en Europa. En Latinoamérica, Brasil es el país 
donde más se comercializan y venden suplementos alimentarios, seguido por México. Aquí, el nivel de crecimiento en ventas de las vitaminas supera hasta al de las medicinas convencionales y, por su naturaleza, las compañías que los producen no necesitan tramitar pruebas de calidad y eficacia antes de llevarlos a las estanterías.
En diciembre pasado, una insistente editorial de la publicación médica Annals of Internal Medicine tituló que las vitaminas y suplementos son un desperdicio de dinero. Y no sólo eso: podrían poner en peligro la salud de quien las consume.
Desde la década de 1940, numerosos estudios han demostrado que las vitaminas incrementan el riesgo de padecer cáncer y afecciones cardíacas, y muchos científicos han fundamentado sus reservas con decenas de estudios que reiteran los resultados.
Pero la idea de que las vitaminas son buenas continúa perpetuándose.

EL ORIGEN DEL MITO

La fascinación por las vitaminas nace de una hipótesis creada por Linus Pauling, uno de los padres de la química cuántica y la biología molecular, y activista ganador del Nobel de la Paz. A los 65 años, Pauling siguió la recomendación de un colega que le sugirió consumir 3000 miligramos de vitamina C por día para extender su vida. Pauling quedó fascinado por la idea.
“Empecé a sentirme más vivo y saludable”, diría más tarde. “En particular, los resfríos que sufría varias veces al año dejaron de ocurrir. Luego de unos años, incrementé mi consumo de vitamina C diez veces, luego veinte y luego 300 veces. Ahora son 18.000 miligramos al día”.
Desde entonces, el científico se convirtió en el primer defensor de la vitamina C. En 1970, publicó un libro donde recomendaba al público consumir 3000 miligramos diarios —50 veces más que el mínimo recomendado— para detener los resfriados comunes. El libro se convirtió en best seller y los laboratorios comenzaron a no dar abasto con la demanda.
Pero la hipótesis ya tenía fundamentos que la ponían en duda. En 1942, 30 años antes del libro de Pauling, tres médicos publicaron un trabajo donde determinaron que las vitaminas no tenían efecto para el tratamiento de los resfríos. Y, con la popularización del libro de Pauling, se multiplicaron otros estudios similares, aunque ninguno de ellos logró captar la atención del público.
En 1971, el científico fue un paso más allá y propuso que la vitamina C reduciría la tasa mundial de cáncer en un 10 por ciento. En 1977, dijo que lo haría en un 75 por ciento y que la esperanza de vida media de la población llegaría a los 100 años.
Pauling no veía fin a las bondades de las vitaminas. Eventualmente llegaría a decir que una combinación de vitamina C, A, E y otros suplementos podían curar virtualmente todas las enfermedades conocidas por el hombre: problemas cardíacos, enfermedades mentales, neumonía, hepatitis, varicela, sarampión, alergias, artritis, úlceras, fracturas, quemaduras y hasta rabia.

MÁS VITAMINAS, MÁS SUPLEMENTOS, MÁS RIESGOS

En 1992, la revista Time publicó una nota de tapa titulada “El verdadero poder de las vitaminas”, a la que se aferraron muchos lobbies de la industria farmacéutica estadounidense para generar interés por sus productos. Fue uno de los números más vendidos en la historia de la revista.
En 1994, el National Cancer Institute realizó un estudio entre fumadores, todos en riesgo de sufrir cáncer y enfermedades cardíacas. Se los trató con vitaminas y suplementos, y el resultado indicó que aquellos que los habían consumido tenían más probabilidades de morir de cáncer de pulmón o de afecciones cordíacas que aquellos que no. Fue también el año en que murió Paulings, luego de padecer cáncer de próstata.
Dos años después, el Fred Hutchinson Cancer Research Center condujo otro estudio. Esta vez, los sujetos habían sido previamente expuestos a asbesto, por lo que sufrían riesgo de cáncer de pulmón. Los sujetos recibieron el mismo tratamiento, pero el estudio se suspendió cuando los investigadores descubrieron que quienes tomaron las vitaminas y suplementos estaban de hecho muriendo de cáncer y de enfermedades del corazón con tasas un 28 o 17 por ciento superiores que quienes no los habían tomado.
En 2004, la Universidad de Copenhagen revisó catorce pruebas médicas donde más de 170 mil personas recibieron vitaminas A, C, E y beta caroteno para ver si los antioxidantes podían prevenir cáncer intestinales. Según los investigadores, “los suplementos parecieron incrementar la mortalidad”.

LA PARADOJA DE LOS ANTIOXIDANTES

Aunque los estudios jamás pudieron probarlo, Pauling creía que las vitaminas y los suplementos tenían una propiedad que al día de hoy vemos en toda clase de productos como si fuera una garantía de compra: los antioxidantes.
En la práctica funciona así: la conversión de alimento en energía se produce dentro de las mitocondrias —una de las partes de la célula— y el proceso requiere de oxígeno. Este proceso completo se denomina oxidación, y genera como resultado radicales libres que pueden dañar el ADN, la membrana celular y las arterias. Para neutralizarlos, el cuerpo produce sus propios antioxidantes, que también pueden encontrarse en alimentos como frutas y vegetales.
La lógica que se desprende es que, si las personas que consumen frecuentemente esas frutas y vegetales son más sanas, entonces quienes tomen antioxidantes como suplemento deben serlo también.
Pero el argumento es una falacia. Nuevas investigaciones demostraron que los radicales libres no son tan dañinos como se propuso inicialmente. Nuestro cuerpo los utiliza para matar bacterias y eliminar nuevas células cancerosas, pero, cuanto incorporamos grandes cantidades de antioxidantes, el balance entre la producción y destrucción de radicales libres se desequilibra, causando una depresión del sistema inmune. A esta teoría se la ha llamado “la paradoja de los antioxidantes”.
Y, mientras que las vitaminas podrían ser buenas en ciertas circunstancias —para personas con deficiencias nutricionales, por ejemplo—, muchos especialistas como los mencionados arriba enfatizan una sencilla idea: lo importante es mantener un hábito alimenticio sano. La correcta alimentación es la mejor estrategia para comenzar a mantener un estado físico óptimo y para obtener —y absorber— los nutrientes de la mejor forma.

Fuente: Discovery

martes, 18 de febrero de 2014

STEPHEN HAWKING, EL NIÑO AL QUE LLAMABAN EINSTEIN

El famoso físico británico muestra en sus memorias el carácter indómito que le llevó a revolucionar las teorías sobre el Cosmos y a luchar contra su grave enfermedad




Stephen Hawking parecía predestinado a convertirse en un gran científico desde el mismo día de su nacimiento. Llegó al mundo en Oxford, Inglaterra, el 8 de enero de 1942, justo 300 años después de la muerte de Galileo Galilei. Claro que, como él mismo calcula, otros 200.000 niños nacieron ese día sin que se tenga noticia de que se hayan convertido en astrónomos de fama mundial, así que seguramente el destino tuvo poco que ver en su genial carrera académica. Con 72 años cumplidos, ha desarrollado algunas de las teorías cosmológicas fundamentales del último siglo, ha ostentado la cátedra Lucasiana (la misma que ocupó Newton) y ha combatido con una entereza casi heroica la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que ha minado sus capacidades. Lo cuenta, en primera persona y con fotos inéditas, en sus memorias, «Breve historia de mi vida», que la editorial Crítica publicará el próximo martes en España.

Un alumno mediocre

Hawking no sobresalió en la escuela. Aprendió a leer a los 8 años, una edad muy tardía, aunque lo achaca a los métodos poco ortodoxos que utilizaron sus maestros. A los 10 años hizo un examen de inteligencia que pretendía diferenciar a los niños que eran adecuados para recibir formación académica. Hawking entró en el grupo de los más dotados, pero estuvo muy cerca de que le bajaran de nivel. «Nunca estuve más que por encima de la media de la clase (...) Mi trabajo en el aula era muy desordenado y mi caligrafía desesperaba a los profesores», reconoce. Sin embargo, sus compañeros le apodaron «Einstein», así que posiblemente tenían mejor ojo. Aunque no todos los alumnos pensaban lo mismo: a los 12 años, uno de sus amigos apostó con otro a que el joven Stephen nunca haría nada importante.


El interés por la ciencia

Desde pequeño, Hawking adoraba los trenes eléctricos y los juegos de fabricación. Sentía un gran interés por cómo funcionaban las cosas y las desmontaba para desvelar sus secretos. Su padre, un médico que investigaba enfermedades tropicales, solía llevarle a su laboratorio y fomentó su interés por la ciencia. Todo ello indujo a Hawking a la investigación científica. Su padre quería que fuese médico, pero él se decantó por la física, que era lo que elegían «los chicos inteligentes». «La física y la astronomía me ofrecían la esperanza de comprender de dónde venimos y por qué estamos aquí», dice. A los 17 años ya había entrado en Oxford con una beca.
Con sus colegas del club de remo, en Oxford. Hawking es quien sostiene el pañuelo

Un rebelde en Cambridge

Tras pasar tres años en Oxford dentro de una especie de pose vital de profundo aburrimiento y desinterés compartida por muchos alumnos -calcula que solo trabajaba una hora de media al día-, llegó a Cambridge para estudiar cosmología. Pronto mostró su carácter indómito y rebelde. Incluso se enfrentó a las teorías de Fred Hoyle, el astrónomo británico más célebre del momento y principal defensor de la teoría del estado estacionario, que comprende un Universo que permanece constante y niega el Big Bang.

El Big Bang se impone

A comienzos de los 60, la teoría del estado estacionario ya estaba de capa caída. El tiro de gracia llegó en 1965 cuando Penzias y Wilson descubrieron accidentalmente el fondo de radiación de microondas. Eso indicaba que el Universo había pasado por una etapa caliente y densa, aunque todavía no se había demostrado que fuera el principio de todo. Hawking se desvivió por esta idea. Con la ayuda de su famoso colega Roger Penrose, demostró que el espacio y el tiempo tenían necesariamente un principio dentro de la teoría de la relatividad general. Hasta el momento, nadie ha podido desbancar esta idea.

Los agujero negros, su legado

Una de las mayores contribuciones de Hawking a la ciencia surgió en un momento de «eureka» en 1970, días después del nacimiento de su hija Lucy. Es su teoría sobre los agujeros negros, regiones del espacio con una atracción gravitatoria tan intensa que nada puede escapar de ellas. Demostró que tienen entropía y que poseen un horizonte de sucesos, el límite a partir del cual ni siquiera la luz puede salir. Además, concluyó que deben de tener temperatura y, por lo tanto, emitir radiación. Entonces podrían evaporarse por completo y desaparecer. Hawking dice que esta predicción no le valió un premio Nobel porque es muy difícil comprobarla empíricamente, aunque sí recibió el premio de Física Fundamental, «aún más valioso», concedido por la relevancia teórica del descubrimiento. Hace tan solo unos días, Hawking sorprendió con un giro sobre sus teorías, diciendo que ese horizonte sí puede devolver la materia, aunque caóticamente.

Es ELA, no llegarás a los 40

Los primeros síntomas de la enfermedad que terminó por postrar al científico en una silla de ruedas aparecieron durante su último año en Oxford, cuando se dio cuenta de que «cada vez era más patoso». «Deja la cerveza», le recomendó el primer médico al que visitó. Por desgracia, iba a necesitar mucho más que eso. A los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que amenazaba con matarle antes de que cumpliera 40. De hecho, los médicos le dieron por perdido varias veces. Todo lo superó. Al principio, reconoce que se sintió «como un personaje trágico», pero no permitió que sus limitaciones, cada vez mayores, le impidieran avanzar en sus desarrollos académicos y «disfrutar de la vida». «Antes de la enfermedad me aburría mucho la vida, pero después me di cuenta de que había muchas cosas que valía la pena hacer», apunta. La enfermedad era una lucha contra el tiempo, así que le enseñó a aprovecharlo muy bien. «He tenido una vida plena y satisfactoria», afirma. «Siempre que he tenido la tentación de compadecerme de mí mismo recuerdo a un chico con leucemia que vi en el hospital».

«Esta es mi voz, no quiero cambiarla»

La traqueotomía a la que fue sometido le dejó mudo. Durante un tiempo la única manera que tenía de comunicarse era levantando las cejas cuando alguien señalaba una letra. La tecnología resolvió el problema. Ahora utiliza un programa informático que controla con un pequeño sensor en las gafas que responde al movimiento de la mejilla. Cuando ha conseguido lo que quiere decir, puede enviarlo a un sintetizador de voz. «A estas alturas ya me identifico con la voz que se ha convertido en marca de la casa, así que no voy a cambiarla por otra que suene más natural», señala.

Dos matrimonios complicados

Nada cuenta Hawking de sus primeros escarceos amorosos antes del matrimonio, aunque habla de que en la residencia universitaria las visitas del sexo opuesto se escabullían trepando los muros del recinto de madrugada. El primer amor al que se refiere en sus memorias es Jane Wilde, a quien conoció casi en el mismo momento en el que le diagnosticaron ELA. Wilde supuso «un motivo para vivir». Se casaron en 1965 y tuvieron tres hijos, Robert, Lucy y Tim, pero no fue una relación fácil. La discapacidad complicaba la vida cotidiana. Ella se sentía «deprimida» y comenzó una relación con otro hombre que incluso vivió en el apartamento familiar. Hawking creía que iba a morir pronto y lo aceptó, pero en 1990 no soporta más situación y se muda a un piso con una de sus enfermeras, Elaine Mason, con quien se casaría cinco años después.«Mi matrimonio con Elaine fue apasionado y tempestuoso -reconoce sin añadir nada más sobre el asunto-, pero el hecho de que ella fuera enfermera me salvó la vida en varias ocasiones». Se divorció en 2007 y desde entonces vive solo con un ama de llaves.


Tan popular como una estrella del rock

Hawking es el investigador más conocido del mundo, el nombre que a la mayoría le viene a la cabeza cuando le preguntan por un científico vivo. Gran parte de su fama se debe a su libro «Breve historia del tiempo», en el que explica los orígenes y la evolución del Universo con metáforas y descripciones, de forma que cualquiera pueda entenderlo. Estaba empeñado en escribir un libro para todos los públicos, de esos que uno puede encontrar «en las librerías de aeropuerto». Por eso, eligió una editorial orientada al mercado popular, Bantam Books, y rechazó la oferta de otra de más categoría. Fue todo un éxito. Esto, unido a que encaja «en el estereotipo de genio discapacitado», en sus propias palabras, le han hecho famoso. «Resulta difícil hacer cosas normales como ir a la compra sin que te asalten para hacerse una fotografía y ha habido un interés enfermizo en mi vida privada (...), pero la gente parece verdaderamente encantada de verme», dice. De todas formas, «no puedo disfrazarme… la silla de ruedas me delata».

Un apostador nato con un gran sentido del humor

A lo largo de sus memorias, Hawking demuestra su gusto por las bromas y, sobre todo, por las apuestas por cuestiones científicas con otros colegas, una afición discutible si se tiene en cuenta que siempre pierde. Una de ellas, sobre agujeros negros, la saldó con una camiseta en la que aparece una mujer desnuda (con una de esas frases supuestamente humorística que solo entienden los físicos teóricos). En otra ocasión, pagó con una enciclopedia de béisbol y una vez más tuvo regalar ¡una suscripción a la revista Penthouse!

Fuente: ABC