Quienes estuvieron en permanente contacto con los indígenas durante el proceso de investigación fueron los asistentes de campo, profesionales del CILA que dieron lo mejor de sí, pese al inclemente sol de la selva, a los mosquitos o al incremento del caudal de los ríos, que en más de una oportunidad les dio más de un susto, cuando tuvieron que trasladarse a cada uno de los 18 pueblos que formaron parte del proyecto.
Para Carina Sullón más que transferencia de conocimiento esta experiencia ha sido un intercambio de conocimientos, la lingüista señala que los indígenas ya tenían nociones de cómo hacer el trabajo de investigación.
La lingüista refiere que en algunas oportunidades durante las entrevistas cambiaron las preguntas preestablecidas y los delegados tuvieron que hacerlas en su propio idioma. “Yo no preguntaba, solo observaba y al final conversábamos “, recuerda.
Sullón nos dice que en las comunidades accedían a las entrevistas porque iban acompañados por los delegados, fue así como lograron recabar aproximadamente 600 nombres shipibos. “Se han registrado los nombres de los lugares en el idioma, porque hasta ahora los mapeos han sido todo en castellano, recién se está trabajando en mapear la zona con nombres indígenas”, indica.
En cosmovisión se han recogido relatos, actualmente se está perdiendo esa información porque los abuelos no lo están transmitiendo a los jóvenes. Este trabajo ha permitido que los jóvenes tomen interés. Se han recogido 30 relatos del pueblo shipibo.
Lingüista Carmen Núñez: asistenta de campo del pueblo Yine
Carmen dice que en esta etapa se ha llegado a la puntita del iceberg. Ella considera que trabajar con delegados les permitió romper con la barrera del idioma y ganarse la confianza de los pobladores.
“La idea es que nosotros nos quedemos sin trabajo, que ellos se conviertan en investigadores. Hubo mucho interés, por ejemplo Octavio fue el más entusiasta, le dejaba el trabajo en la mañana y en la tarde ya estaba listo. Uno siente que se les está dando lo que ellos necesitan”.
Los datos recabados:
A diferencia de la familia nuclear en este caso, madre, padre hijo, en el Yine esta se amplia. Se ha observado que los tíos también forman parte importante de la familia. También están las normas de la cortesía, como el compartir, la solidaridad y reciprocidad, que el niño comparta con la abuela el pescado que ha conseguido el papá es muy importante.
La llegada del primero hijo marca un hito importante en la mujer yine. Hay un a serie de restricciones que tiene que seguir para que no se cutipe (no se enferme), por ejemplo si el hombre caza venado o sajino el niño llora toda la noche; tampoco puede tocar barbaco, el niño se puede torcer.
Los investigadores del CILA consideran que estas restricciones son mecanismos reguladores para controlar el consumo de determinadas especies. En una comunidad no solo una mujer está embarazada, son varias a la misma vez y cumpliendo estas reglas los hombres dejan de cazar determinados animales. “Tal vez estas restricciones tenga que ver con el propio mecanismo de la cultura para asegurar que las especies que necesitan para su subsistencia se conserven”, refiere Núñez.
Víctor Romero: historiador
Víctor Romero, el historiador de este grupo, considera que otros investigadores utilizan a los indígenas como objetos de estudio, razón por la cual en esta oportunidad se les consideró pieza clave en el trabajo de investigación.
“Como constantemente sucede eso ellos dicen "les cuento lo que quiero y a veces les miento". Nosotros para acceder a la información adecuada hemos logrado que nos acompañen los delegados de cada una de las comunidades”, refiere Romero quien también asegura que el resultado de este trabajo de investigación regresará a las manos de los indígenas, tal como es el deseo y pedido de ellos.
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