"Nunca voy a olvidar una noche del 2001. Había salido a cirujear a la tarde, era ya de madrugada y no tenía en el carro más que una caja de televisor y una naranja, la mitad podrida. Estaba en Francia y Zeballos, no había comido nada en todo el día. La calle había quedado vacía, no se veía ni un alma. Miré el cielo. Me pregunté si ese sería mi destino y el destino de mis hijos. Entonces me di cuenta de que tenía que hacer algo".
Desde ese día, pasaron diez años y muchas cosas en la vida de Tiburcio Gómez. Pero entre intentos, logros y pérdidas, esa convicción fue una de las pocas cosas que el hombre de 35 años, miembro de la comunidad toba, morocho y petiso, mantuvo intacta.
"Nunca me resigné", dice después de repasar los proyectos que, con algo de ayuda oficial, se cargó a la espalda: un comedor, una planta de reciclado de plásticos y un cíber comunitario. Tanto tesón tuvo su recompensa: ganó el Premio al Microemprendedor, un aporte de 18 mil pesos por el que compitieron 258 proyectos de 15 provincias.
En la esquina de Perú y Lima, del barrio Bella Vista, funciona el último de los caprichos de la Cooperativa Obras, el cíber que los más jóvenes del grupo están ayudando a armar con computadoras y muebles rescatados de la basura.
Lea la nota completa en La Capital. com:
http://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/El-cartonero-que-se-convirtio-en-el-microemprendedor-del-ao-20120204-0013.html
Desde ese día, pasaron diez años y muchas cosas en la vida de Tiburcio Gómez. Pero entre intentos, logros y pérdidas, esa convicción fue una de las pocas cosas que el hombre de 35 años, miembro de la comunidad toba, morocho y petiso, mantuvo intacta.
"Nunca me resigné", dice después de repasar los proyectos que, con algo de ayuda oficial, se cargó a la espalda: un comedor, una planta de reciclado de plásticos y un cíber comunitario. Tanto tesón tuvo su recompensa: ganó el Premio al Microemprendedor, un aporte de 18 mil pesos por el que compitieron 258 proyectos de 15 provincias.
En la esquina de Perú y Lima, del barrio Bella Vista, funciona el último de los caprichos de la Cooperativa Obras, el cíber que los más jóvenes del grupo están ayudando a armar con computadoras y muebles rescatados de la basura.
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